J.S. Bach: St John Passion, BWV 245

J.S. Bach: St John Passion, BWV 245

“La Pasión según San Juan comienza con una especie de remolino turbulento en la orquesta”, explica John Eliot Gardiner a Apple Music, “en la disonancia de las flautas y los oboes, está la carne clavada a la cruz de madera. Sobre la música, el coro aclama la majestad de Cristo. Es una dramatización extraordinaria”. Es difícil saber qué habría pensado la congregación de la iglesia de San Nicolás de Leipzig al escuchar los primeros compases de La Pasión según San Juan de J. S. Bach. Corría el año de 1724 y el Viernes Santo normalmente se habría observado en un relativo silencio, aquella atmósfera austera salpicada por una selección de himnos luteranos. Sin embargo, lo que recibió a la congregación ese día fue esta obra de un abrumador poder descriptivo y emocional que seguramente cambió por completo su percepción de la música misma. Bach escribió su primera Pasión al año de llegar a Leipzig, donde muchas de sus mejores cantatas se interpretarían, específicamente en las iglesias de Santo Tomás y San Nicolás. Cuenta la historia del juicio y la crucifixión de Cristo, a partir de pasajes bíblicos del Evangelio de San Juan (con versos de San Mateo) y la contemplación luterana en dos horas de recitativos milagrosos, coros, corales y arias. “La Pasión según San Juan es uno de los ejemplos más importantes de drama musical desde la época de Monteverdi”, comenta Gardiner. “Incluso los contemporáneos de Bach, gente como Stölzel y Telemann, no le dieron a la historia de la Pasión nada parecido a aquella fuerza dramática que Bach logra encontrar. Más que cualquier otro compositor en el que pueda pensar, Bach tiene esta extraordinaria habilidad para reconfortar y consolar a la gente afligida. Su música tiene que ver con la mortalidad y todo el tema de la aceptación de la muerte. Eso me parece absolutamente pertinente y actual”. Entre todos los momentos asombrosos de La Pasión, Gardiner se detiene en algunos, que ilustran la esencia del genio de Bach, como la segunda aria, “Ich folge dir gleichfalls”. “Es el único pasaje alegre en toda La Pasión según San Juan”, apunta. “Es una especie de canción de amor secular, una búsqueda del amor, por así decirlo, del discípulo que camina tras los pasos de Cristo”. En contraste, continúa Gardiner, una de las oleadas más extraordinarias de energía musical ocurre en “Ach mein Sinn” al final de la Parte I, en la que el tenor, acompañado por toda la orquesta, canta sobre el remordimiento de Pedro por negar la amistad de Jesús. “Y en la Parte II, el arioso ‘Betrachte, meine Seele’ es un paisaje primaveral magníficamente pintado de los primeros botones floreciendo como símbolos del cambio de estación, pero también un contraste con la tortura que Jesús está experimentando”. Bach reserva su música más dramática y gráfica para el relato de la parte central del juicio de Jesús, cuando Pilatos interroga a Jesús y luego lo manda sacrificar tras las demandas de una multitud que gritaba (“¡Kreuzige, kreuzige!”). Es precisamente por esta escena que Gardiner eligió el Teatro Sheldonian de Oxford para su tercera grabación de la Pasión según San Juan. “El Sheldonian simplemente tiene una cualidad que no encuentras en las iglesias de Inglaterra. Como de drama judicial”, aclara. “Sus dos balcones salientes, donde pongo a los evangelistas de un lado y a Jesús del otro, se prestan para el juicio romano, con Poncio Pilato mirando al preso en el banquillo”. En el reparto figuran algunos de los mejores intérpretes jóvenes del momento, como el tenor Nick Pritchard, que da vida al Evangelista (“Lo tenía en la mira desde hace tiempo y creo que hizo un trabajo brillante”), y el bajo William Thomas que interpreta a Jesús (“Aporta algo muy noble y muy humano al papel”). No podemos olvidar a los English Baroque Soloists y el Monteverdi Choir, que tuvieron que grabar manteniendo la sana distancia durante el peor momento de la pandemia. “Estaba muy consciente de la dificultad técnica de coordinar un grupo de cantantes y músicos que estaban separados y bastante lejos de mí”, admite Gardiner. “Tuvimos que crear ese tipo de vínculo, el tipo de complicidad que damos por sentado cuando actuamos en una configuración normal en una iglesia o en una sala de conciertos. Y eso requirió de una enorme concentración”. “Pero creo que salió bien”, agrega. “Terminé tremendamente contento y orgulloso de todos. La increíble fuerza y belleza de la música de Bach crea un efecto extraordinario, un gran impacto. Nos permitió aspirar a algo mucho más grande que nosotros y que va más allá de nuestra realidad: lo divino”.

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