Emika tiene tanto de artista sonora como de pianista. Su piano, que no está contenido por una carcasa de madera, expresa cada inflexión sonora, desde el martillo golpeando las cuerdas hasta la última vibración de los sostenidos. Su mundo sonoro es misterioso, exótico y seductor. Las inflexiones orientales se mezclan con una emotiva inocencia, una combinación que evoca la música del acordeonista Yann Tiersen, inconfundible desde la variación inicial, “Dilo 7”. “Dilo 20” utiliza con maestría distintos efectos electrónicos, mientras que las sutiles distorsiones de “Dilo 11” crean una paleta de sonidos que parecen llegados de otro mundo y cautivan hasta perderse en la eternidad.