Las sinfonías de Tchaikovsky son partituras de notable dificultad para cualquier orquesta, especialmente la cuarta, una pieza de gran dinamismo que la Filarmónica de Liverpool al mando de Vasily Petrenko resuelve con notable elegancia. Estas grabaciones aprovechan, además, la fabulosa acústica del Philharmonic Hall para capturar versiones tan electrizantes como las de la primera, segunda y quinta sinfonías que formaron parte de la primera entrega.