Esta colosal amalgama de sinfonía, cantata y oratorio, con textos de la liturgia cristiana y el Fausto de Goethe, suena aquí con toda la grandeza que exige. Su estreno en Munich en 1910, con la misma orquesta de esta grabación, contó con 1,030 músicos, cantantes de coro y solistas, lo que le dio el famoso apelativo de “Sinfonía de los mil”. El efecto, en palabras de Mahler, es que el oyente “imagina que el universo comienza a vibrar y resonar”, desde el explosivo himno de alabanza inicial hasta la majestuosa obertura wagneriana de la segunda parte, la suplicante aria de bajo de la sinfonía y el trascendente final con un coro redentor. Gergiev, la Filarmónica de Munich y los cientos de voces proyectan el universo musical de Mahler en colores de gloriosa vitalidad.