La oscura Sinfonía no. 9 de Gustav Mahler se estrenó en 1912 por la Filarmónica de Viena, 13 meses después de la muerte del compositor. Quizás por ello, la idea de la despedida, el proceso doloroso de separarse de un ser querido, la recorre como una arteria principal, dando vida a un potente primer movimiento y sosteniendo la doliente nostalgia de su sublime final. El amor y la pérdida, la alegría y la tristeza, y todas las emociones intermedias imaginables encuentran aquí su expresión, captando la esencia de lo que significa ser humano. Esta interpretación de la obra se grabó durante el confinamiento por la pandemia, una experiencia que para Daniel Ottensamer de la Filarmónica de Viena intensificó su carácter melancólico. “La música del último movimiento es casi moribunda al final”, explica el clarinetista. “Para mí, es una de las despedidas más conmovedoras de la historia de la música”.